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Saludarle, hermanos. A cada uno de ustedes a los que no he podido saludar y queda una sensación a través de las alabanzas que uno simplemente tiene que decir: Amén. A veces está todo tan manifiesto del Espíritu del Señor que uno dice: ¿qué voy a hacer o qué voy a agregar, si ya a través de las alabanzas y del Espíritu, Dios nos habla a cada uno de nosotros?
Pero siempre hay algo que podemos, no complementar, pero sí sacar como una mayor enseñanza. Y eso vamos a tratar, con la ayuda del Señor, en esta hora.
Septiembre es un mes hermoso, no tan solo porque nací yo en septiembre, sino también por otras cosas. Es un mes donde florecen los corazones, viene la primavera, y como chilenos recordamos nuestra independencia. Es un mes de grandes decisiones. También es el mes de la Biblia, un mes de aprendizaje, desafíos y crecimiento en la Palabra.
I. La Pregunta de Jesús
Jesús, en medio de su ministerio, luego de sanar enfermos, multiplicar panes, enseñar y caminar con sus discípulos, les hace una pregunta decisiva:
13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? 14 Ellos dijeron: unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. 15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Mateo 16:13-15 (RVR60)
Ninguno de los discípulos podía quedarse indiferente. Era una pregunta que debía ser respondida. Y Simón Pedro, impulsivo pero lleno de convicción, responde con fuerza y claridad:
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Mateo 16:16 (RVR60)
Sobre esta confesión, Jesús declara que edificará su Iglesia. Y desde entonces, los discípulos reciben la misión de ser el fundamento de un pueblo firme, guiado por el Espíritu Santo.
Qué tremendo es cuando el Señor nos enfrenta a preguntas directas que no podemos evadir. Así también hoy nos interpela: ¿Quién es Jesús para mí?, ¿qué significa en mi vida?, ¿cómo lo confieso ante los demás?
II. Cualidades de una Iglesia Firme
De este pasaje aprendemos que la Iglesia necesita ser firme. Y quiero compartir algunas características que Jesús espera de nosotros:
1. Un liderazgo lleno del Espíritu Santo
La Iglesia debe ser guiada por el Espíritu, no por ideas humanas. Sin su dirección, toda planificación queda incompleta. Cuando Jesús encomendó la Gran Comisión, ordenó esperar la promesa del Consolador. Solo llenos del Espíritu podemos cumplir la misión. Hechos 1:8 nos recuerda:
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos”.
2. Mensajes con sana doctrina
La enseñanza debe basarse en la Palabra de Dios, no en filosofías humanas. Hoy abundan voces, pero la Iglesia firme se distingue por proclamar la verdad que edifica, corrige y fortalece al pueblo de Dios. 2 Timoteo 4:2 dice:
“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina”.
3. Convicciones firmes
Pedro confesó a Jesús como el Cristo con seguridad absoluta. Una Iglesia firme no cambia de rumbo con cada viento de doctrina, sino que permanece inamovible en su fe. Efesios 4:14 advierte:
“Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina”.
4. Énfasis en la oración y en la fe
Sin oración, la Iglesia se debilita. Necesitamos interceder, clamar y depender de Dios. La fe nos sostiene en medio de pruebas y nos recuerda que el poder está en el Señor, no en nuestras fuerzas. 1 Tesalonicenses 5:17 nos llama:
“Orad sin cesar”.
5. Cultos de alabanza vivos
En la adoración abrimos el corazón a Dios. La alabanza prepara el ambiente para escuchar su voz y nos renueva en nuestro compromiso. Salmo 150 nos invita:
“Todo lo que respira alabe a JAH”.
6. Dadores fieles y generosos
No se trata solo de lo económico, sino de tiempo, talentos, recursos y servicio. Todo lo que tenemos proviene del Señor, y la Iglesia firme se construye con creyentes dispuestos a dar sin reservas. 2 Corintios 9:7 enseña:
“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”.
7. Organización estratégica
El trabajo de la Iglesia requiere orden y planificación. No basta con ideas; se necesita compromiso de todos. Cada actividad es responsabilidad compartida, no solo del pastor o de unos pocos. 1 Corintios 14:40 afirma:
“Pero hágase todo decentemente y con orden”.
8. Uso de dones espirituales
El Espíritu ha dado a cada creyente talentos únicos. Nadie sobra en la Iglesia, al contrario, hacen falta más obreros. Servimos como siervos, siguiendo el ejemplo de Jesús, quien vino para servir y no para ser servido. Romanos 12:6-8 recuerda que
“teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, úsese conforme a la medida de fe”.
9. Amor genuino
El amor debe ser el sello de la Iglesia. Aunque existan diferencias, el vínculo fraternal nos mantiene unidos. Un amor sincero supera conflictos y refleja el carácter de Cristo. Juan 13:35 dice:
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
10. Visión por el mundo perdido
La misión no termina en nuestras cuatro paredes. Una Iglesia firme tiene pasión por evangelizar, discipular y alcanzar a quienes aún no conocen a Cristo. La Gran Comisión es tarea de todos, no de unos pocos. Mateo 28:19-20 declara:
“Id y haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”.
III. Aplicación Personal
Cada una de estas características no son solo para la Iglesia en general, sino para mí en lo personal. Cada creyente es llamado a vivir lleno del Espíritu, con convicciones firmes, siendo generoso, participando en la oración, adorando con gozo, organizando su vida para servir al Señor y mostrando amor genuino a los demás.
Por lo tanto, la pregunta del Señor también resuena en mi vida: ¿quién digo yo que es Cristo? Mi respuesta no se demuestra solo con palabras, sino con hechos: con mi fidelidad, con mi servicio y con mi amor por las almas perdidas.
Conclusión
El cuerpo de Cristo está compuesto de creyentes que contribuyen a que la Iglesia sea firme. Por eso la gran pregunta que debemos hacernos es:
¿Qué estoy haciendo yo para que mi Iglesia sea una Iglesia firme?
Cada culto, cada actividad, cada encuentro es una oportunidad para decidir cómo responder a Jesús. Él siempre nos confronta y siempre quiere una respuesta clara. La pregunta que hizo a los discípulos también nos la hace hoy: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Dios nos ayude a que nuestras vidas, dones y talentos estén al servicio de Cristo y de su Iglesia. Que seamos una comunidad firme, fructífera y comprometida con el Reino de Dios, manifestando amor genuino, convicciones sólidas y pasión por alcanzar al mundo perdido.
Amén.

![«Una Iglesia Firme» [Mateo 16:13-20]](https://iebc.cl/wp-content/uploads/2025/08/03-iglesia-firme-1024x576.webp)

