«Un Gesto de Amor» [Mateo 25:35-40]

un gesto de amor Mateo 25:35-40

¡Escucha el mensaje completo aquí!

En Mateo 25:35-40, Jesús nos recuerda:

“Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis…”.

Este pasaje es un recordatorio profundo del amor activo que el Señor espera de nosotros. Muchas veces llegamos a la iglesia con cargas invisibles —emocionales, espirituales, físicas— que solo Dios conoce. Nadie más puede verlas, pero el Señor sí. Él observa cada pensamiento, cada lágrima silenciosa, cada batalla interna que luchamos en silencio. Y en su amor, nos invita a descansar en Él.

Dios ve más allá de lo visible

Tal vez llegaste hoy desanimado, cansado, incluso sin fe. Te preguntas: “¿Para qué vine?”. Pero Dios lo sabe. Él conoce tu necesidad y tu sufrimiento. Incluso si no puedes con tu propia carga, Él te dice: “Cada vez que ayudaste al más pequeño, a mí lo hiciste”. ¿Quiénes son los más pequeños? No solo los niños, sino los quebrantados, los tristes, los abandonados. Un gesto simple —una palabra de ánimo, una mirada compasiva— puede ser suficiente para mostrar que Jesús es real en nuestra vida.

Jesús está en medio del dolor

Dios no nos pide milagros, ni que construyamos templos, ni que tengamos fuerza todo el tiempo. Él solo pide un acto de amor, una muestra de compasión. A veces pensamos que para servir a Dios hay que hacer cosas grandiosas, pero no. Basta con mirar con misericordia, con llamar a un hermano, compartir un versículo o una oración. El Señor se complace en cada gesto sincero de amor.

La importancia de un corazón dispuesto

Todos somos distintos, con diferentes personalidades y caracteres, pero tenemos un mismo Dios. Y ese Dios no nos da la opción de amar al prójimo: nos manda a hacerlo. La compasión, la dulzura, la misericordia, deben reflejarse en nuestra forma de tratar a otros, incluso cuando estamos cansados. Aun desde nuestras heridas y cicatrices, Dios puede usarnos para sanar a otros. El amor verdadero nace del quebrantamiento.

Una mujer pobre en Brasil preparaba todos los días cuatro sándwiches: tres para sus hijos y uno para un vagabundo en la estación del tren. Nunca habló mucho, solo lo entregaba con una sonrisa. Años después, ese hombre —ya restaurado y con trabajo— volvió para agradecerle. Ella no predicó, solo dio. Alimentó a Cristo disfrazado de vagabundo. Así también nosotros somos llamados a servir con sencillez y sinceridad.

Dios usa nuestras cicatrices para sanar corazones. Él no olvida ningún acto, por pequeño que sea: una oración, un abrazo, una palabra amable. Aun cuando estemos cansados, el Señor ve nuestro servicio. No se trata solo de lo que damos, sino de cómo lo damos. Lo que agrada al Señor no es la cantidad, sino la actitud con que lo hacemos. Que nuestras ofrendas —ya sean materiales o espirituales— sean hechas con amor y sinceridad.

Servir a otros es una expresión concreta de nuestra fe. Jesús no busca perfectos, busca corazones dispuestos. Y tú puedes ser ese corazón dispuesto. Hoy, el Señor te llama a mirar con compasión, a actuar con misericordia y a confiar en que aun en medio del quebranto, Él puede usarte para bendecir a otros.

Que nuestros gestos de amor glorifiquen a Dios y que podamos decir: “Señor, gracias porque tú estás preocupado de mí y de mis hermanos”. Que cada uno de nosotros esté dispuesto a servir con amor, incluso desde el cansancio o el dolor, porque el Señor lo ve, lo valora y lo usa para su gloria.