¡Escucha el mensaje completo aquí!
Basado en el texto lema en Primera de Tesalonicenses capítulo 5, versículos del 23 al 28.
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará. Hermanos, orad por nosotros. Saludad a todos los hermanos con ósculo santo. Os conjuro por el Señor que esta carta se lea a todos los santos. Hermano, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos. Amén.”
Dios es un Dios de Bendición
Estas son las últimas palabras de esta hermosa carta a la iglesia de Tesalónica. Pero nosotros aquí vemos también que son las últimas palabras, pero esta es una bendición. Usted ha recibido una bendición. Hemos sido bendecidos por el Señor. No nos cabe duda de que Dios es un Dios de bendición para nuestras vidas. ¿No es cierto? Dios es un Dios de bendición.
¿Y nosotros qué le podemos contarle al mundo? ¿Qué le podemos decir a nuestros familiares? ¿Qué le podemos decir nosotros a las personas donde nosotros vamos a comprar? El día a día, la hermana dueña de casa donde vamos al negocio, y ahora que están nuestros hermanos también en las casas y ellos van a comprar. Entonces, a todas esas personas, a los compañeros de trabajo, a los compañeros de estudio en la universidad, etcétera, a donde quiera que nosotros vayamos, siempre hay una palabra que podemos decir: que Dios es un Dios de bendición.
En la Iglesia también aquí Pablo expresaba las bendiciones que Dios desde el comienzo de la humanidad, desde cuando Dios creó al hombre y a la mujer, ha derramado. Dios ha sido un Dios de bendición, ha bendecido la familia, la ha fructificado, ha bendecido los hogares, ha bendecido las naciones, ha bendecido a su pueblo, ha bendecido nuestras vidas personales y hemos podido sentir la presencia del Señor en nuestras vidas.
Así también Pablo exhorta a la Iglesia y les dice que es una bendición el podernos reunir. ¿Usted cree que no es un pasar? No es un pasar. No venimos a juntarnos porque no hallamos qué hacer. Venimos porque queremos agradecer al Señor por las bendiciones que hemos tenido durante la semana. ¿Cómo hemos visto que el Señor nos ha cuidado? ¿No es cierto que el Señor nos ha cuidado? Hemos estado enfermos, pero ahí ha estado el Señor a nuestro lado, no nos ha desamparado. Hemos pasado por diferentes dificultades y circunstancias, pero no hemos estado solos. Hemos estado con la bendición del Señor que nos da la vida. ¡Y eso es una bendición!
Agradecer al Señor todos los días porque puedo abrir mis ojos, porque puedo ver el nuevo amanecer, porque puedo hablar, cantar, reír… ¡eso es una bendición! Es una bendición el poder estar juntos, queridos hermanos, con libertad. ¿No siente usted bendición por su hermano? Yo me siento bendecida por ustedes, y debemos sentirlo así. Pablo motivaba a la iglesia de Tesalónica diciéndole que Dios es un Dios de bendición y no debemos perder esta hermosa bendición que derrama el Señor constantemente sobre nuestras vidas.
Santificación Completa
El apóstol Pablo termina esta carta con una oración, pero una oración de bendición, dando gracias: “Que el mismo Dios de paz os santifique por completo”. No es solo una despedida, sino el corazón del mensaje de toda esta carta. Dios quiere santificarnos totalmente en espíritu, alma y cuerpo para la venida de nuestro Señor Jesucristo.
Debemos estar preparados para la venida del Señor. Eso es lo que Él quiere: que podamos mantenernos atentos, dispuestos y preparados. En el versículo 23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo”. El autor de la santidad y la paz no es por nuestras fuerzas, sino por el mismo Dios de paz.
Él ya hizo la paz en la cruz. ¿Cuándo se produjo esa paz? Cuando Cristo murió en la cruz. No fue en vano su muerte en la cruz. Debemos recordarlo en cada momento, en cada instante. Dios es un Dios de paz porque Él murió en aquella cruz. Él da paz a nuestros corazones y tranquilidad a nuestra vida. Dígame usted, cuando a veces se siente triste o algo no le resulta, ¿no siente usted esa paz cuando clama: “Señor, ayúdame”? Yo la he sentido. Entonces digo: “Señor, tu muerte en la cruz no ha sido en vano, porque gracias a esa cruz Tú me das paz”.
Esa paz es la base de toda nuestra transformación. No busquemos santidad confiando en nosotros mismos, sino descansando en el Señor, buscando que Él obre de manera transformadora en nuestras vidas.
Espíritu, Alma y Cuerpo Irreprensibles
El versículo 23 continúa:
“Y os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.
¿Qué significa irreprensible? Tener un buen ejemplo en nuestras actitudes y comportamientos delante del Señor. Muchas veces somos inmerecedores de tantas bendiciones, pero gracias a su misericordia y amor Él nos sostiene.
No debemos aprovechar que Dios es misericordioso y lento para la ira. Al contrario, debemos poner de nuestra parte para ser cada día mejores delante de Él.
En Marcos 12:30 leemos:
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”.
Este pasaje nos recuerda que todo nuestro ser debe glorificar el nombre del Señor. No podemos venir al templo de manera parcial. Todo nuestro cuerpo y todo nuestro ser debe ser puesto para alabar y glorificar al Señor.
¿Hay áreas en tu vida que aún no has rendido al Señor? Puede ser que sí. Pero el Señor quiere que todo nuestro ser —desde nuestro cabello hasta la punta de los pies— sea rendido a Él. Nada debe quedar reservado.
¿Queremos crecer en oración? ¿Queremos crecer en la lectura de la Palabra? Entonces debemos rendir todo nuestro ser delante del Señor. El objetivo es ser hallados irreprensibles cuando Él regrese. Vivir en santidad es vivir preparados.
¿Usted sabe cuándo viene el Señor? Yo tampoco lo sé. Pero mientras tanto, debo estar preparada. Y la preparación es con la Palabra del Señor. Si no la leemos, ¿cómo podemos estar listos? Es importante leer la Palabra todos los días y orar siempre, pidiendo la dirección de Cristo en cada momento.
La Fidelidad de Dios
El versículo 24 dice:
“Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”.
La santificación es segura porque depende de la fidelidad de Dios. Él no deja nada a medias. Lo que comenzó en ti, Él lo quiere terminar, perfeccionar hasta el día en que venga.
Aunque te sientas débil, confía. Dios cumplirá su obra en ti. Él conoce tus debilidades y quiere obrar incluso en medio de ellas. Dios es fiel.
En un estudio con hermanas revisamos el libro Pecados Respetables. Nos reíamos porque había pecados que parecían pequeños o adornados, pero seguían siendo pecado. Dios conoce nuestras debilidades, pero aun en medio de ellas Él quiere cumplir su obra en nosotros.
Orar los Unos por los Otros
En los versículos 25 al 28 Pablo dice: “Hermanos, orad por nosotros”. Yo también les invito, hermanos, a orar los unos por los otros. Todos lo necesitamos. Yo necesito de sus oraciones, y ustedes necesitan de las mías. Como familia debemos estar unidos en oración.
No necesitamos saber todos los detalles de la situación de un hermano para orar por él. Lo que debemos hacer es orar. Y muchas veces el Espíritu Santo trae nombres de hermanos a nuestra mente. En ese momento podemos clamar: “Señor, bendícelos donde estén”.
Pablo también dice: “Saludad a todos los hermanos con ósculo santo”. Eso significa un saludo sincero, con un beso santo, sin malas intenciones. No es lo mismo decir “hola” que despedirse deseando una bendición verdadera al hermano. A mí me encanta estar en la puerta saludando, porque no sé si volveré a ver a ese hermano. Por eso es importante saludarnos y despedirnos de esta manera.
La santidad no se vive en aislamiento. Una vez que hemos creído en Jesucristo como Salvador personal, somos apartados para Él. En Romanos 15:30 dice:
“Pero les ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que luchen conmigo en oración por mí delante de Dios”.
Aquí Pablo ruega, suplica que se unan en oración. Y eso necesitamos también nosotros: ser hombres y mujeres de oración, luchando juntos en medio de la adversidad.
Conclusión
Dios es el autor de nuestra santidad. Él quiere transformar todo nuestro ser: nuestra forma de pensar, hablar, sentir y proceder. No quiere que nada quede escondido. Si tenemos envidia, calumnias o murmuraciones, Él quiere cambiarnos. Nos dio boca y lengua para bendecir, no para maldecir.
La seguridad está en la fidelidad del Señor, y el camino es la vida en comunidad, con gracia y amor. Yo le digo ahora, queridos hermanos: entrégale hoy todo tu ser al Señor. ¿Cuántos años llevamos en el Evangelio? Puede que sean muchos o pocos, pero ¿hemos entregado todo nuestro ser a Él?
Ya es tiempo. Debemos vivir hoy como si fuera el último día, como si el Señor viniera hoy mismo. No te conformes con una santidad parcial. Permite que el Dios de paz te santifique por completo, porque fiel es el que te llamó, y Él lo hará.
Hay mucho que el Señor debe hacer en mi vida. Todos los días le pido que me ayude, porque no soy la mejor, soy la más imperfecta. Pero por su misericordia estoy aquí, no porque lo merezca. Dios en su misericordia nos permite contar lo que Él ha hecho en nuestras vidas, y eso es lo que debemos compartir con quienes nos rodean.



