¡Escucha el mensaje completo aquí!
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame”
Mateo 16:24
Este fue el llamado que Jesús hizo a sus discípulos, y es el mismo que nos hace hoy.
Pero ¿realmente entendemos lo que significa seguir a Cristo? ¿Qué implica negarse a uno mismo, tomar la cruz y caminar tras Él?
Cuando oramos “venga tu Reino”, como lo enseñó Jesús en Mateo 6:10, en realidad estamos diciendo:
“Que se haga tu voluntad, no la mía. Que no reine yo, sino tú, Jesús.”
Y eso solo es posible si vivimos lo que Mateo 6:10 dice: rendición total.
1. “Si alguno quiere venir en pos de mí…”
Muchos dicen que quieren seguir a Jesús, pero no están dispuestos a rendir el control de su vida. Para que el Reino llegue, yo debo salir del trono. Jesús es un Rey que no tolera corrupción. Él dijo en Juan 14:30
“Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí”
En Cristo no había espacio que no perteneciera al Padre. Eso es Reino.
Entonces, debemos examinar si hay áreas en nuestra vida donde el enemigo todavía tiene acceso. ¿Qué contenido consumimos? ¿Qué conversaciones sostenemos? ¿Qué actitudes escondemos? Decir “Venga tu Reino” es orar: “Expulsa lo que no te pertenece, Señor”.
2. “… niéguese a sí mismo…”
Reconocer al Rey no es lo mismo que obedecerlo. Hay personas que creen en Dios, pero no le han rendido su voluntad. Santiago 2:19 dice:
“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen… y tiemblan.”
Creer no basta. El Reino requiere obediencia. Hay quienes dicen que creen, pero viven con rebeldía hacia los padres, toman decisiones importantes sin considerar a Dios, o viven sin perdonar, ignorando a quienes sufren.
Jesús vino a transformar realidades. El Reino no es discurso, es acción. Creer sin obedecer es como gritar “¡Viva el Rey!” mientras hago mi propia voluntad.
3. “… tome su cruz…”
Tomar la cruz es aceptar que el Reino cambia nuestras prioridades. Salmo 27:4 dice:
“Una cosa he demandado al Señor… estar en su presencia todos los días.”
David era rey, pero sabía que había un Rey más grande. Su prioridad no era el trono, sino la presencia de Dios.
El Reino no se trata de agregar reuniones religiosas a nuestra agenda. Se trata de dejar que el Rey determine cómo organizamos el día, cómo hablamos con nuestra familia, qué hacemos con nuestro celular, y cómo reaccionamos cuando nadie nos ve. A veces, le damos a Dios lo que sobra. Estamos tan ocupados que no hay espacio para orar. Dios no quiere estar en los márgenes, sino en el centro de nuestra vida.
4. “… y sígame.”
Finalmente, seguir a Jesús no es una carga pesada, sino el camino del gozo verdadero. Salmo 16:11 declara:
“En tu presencia hay plenitud de gozo.”
¿Hace cuánto no oramos solo para estar con Dios, sin pedir nada? ¿Nos parecemos a Jesús en nuestro carácter? ¿Nos deleitamos en el Rey, o solo lo visitamos de vez en cuando? Hay una gran diferencia entre ir al dentista y visitar a un buen amigo. ¿A cuál se parece tu relación con Dios?
Conclusión
El Reino no es una frase bonita. Es una oración peligrosa: “Señor, reina Tú. Gobierna Tú. Cambia lo que tengas que cambiar.” Esto implica rendir nuestra cultura, carácter, tiempo, decisiones, hogar y motivaciones. Que el enemigo no tenga nada en nosotros.
Hoy es momento de entregar las áreas donde el enemigo aún reina. De rendirse verdaderamente al Reino de Dios. Y de vivir una vida de obediencia, imitación y deleite en el Rey. Cuando decimos “Amén”, estamos diciendo: “Así sea. Como en el cielo… también en mi vida.”