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Marcos 2:13-17 Reina-Valera 1960
Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba. Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió. Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido. Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.
I. Los pensamientos y caminos de Jesús no son nuestros pensamientos ni caminos; los de El son más altos que los nuestros.
Isaías 55:8-9 Reina Valera Actualizada
“Porque mis pensamientos no son sus pensamientos ni sus caminos son mis caminos, dice el SEÑOR. Como son más altos los cielos que la tierra, así mis caminos son más altos que sus caminos, y mis pensamientos más altos que sus pensamientos.
Esto se demuestra en todo el ministerio del Señor Jesús, y es obvio que sea así, porque ¡El es el Señor!, ¡El es el Alfarero! (Jeremías 18:5-6). Por ejemplo, El causa división, a veces (Lc. 12:51), no acepta gloria de los hombres (Jn, 5:41), le dice al jóven rico: «vende todo lo que tienes y dalo a los pobres», declara que su madre y sus hermanos son sus discípulos (Mt. 12:49), perdona «setenta veces siete» (Lucas 23:34), «no mira lo que mira el hombre« (1 Samuel 16:7), etc.
¡Los pensamientos y caminos de Jesús son más altos que los nuestros!
- Es por esto que Jesús pasa por donde está «Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos» (y por donde está la mujer samaritana (Juan 4), y por donde está Zaqueo (Lucas 19), y por donde está el ciego Bartimeo, mendigando (Marcos 10:46-52), ¡y por donde estamos Usted y yo!).
- Es por esto que Jesús ¡se sienta de manera familiar e íntima a la mesa a comer y a beber, con los que no lo merecen! (según suponen algunos).
- Es por esto que el pecado de las personas ¡no asusta a Jesús, ni lo escandaliza ni lo aleja (y tampoco lo ensucia)!
- Es por esto que El no deja que el pecado se quede para siempre en la vida de las personas, tampoco el juicio y la condenación. Para El, cuando hay arrepentimiento y cambio, no hay condición pecaminosa permanente ni perpetua ni heredada (pecados generacionales, Juan 9:1-3). El verdadero arrepentimiento cambia nuestro destino para bien (la soberbia y la dureza de nuestro corazón, cambian para mal nuestro destino, cuando no nos arrepentirnos de nada ni cambiamos nada:
Jeremías 18:7-10 Reina Valera Actualizada
En un instante hablaré acerca de una nación o de un reino, como para arrancar, desmenuzar y arruinar. Pero si esa nación de la cual he hablado se vuelve de su maldad, yo desistiré del mal que había pensado hacerle. Y en un instante hablaré acerca de una nación o de un reino, como para edificar y para plantar. Pero si hace lo malo ante mis ojos, no obedeciendo mi voz, desistiré del bien que había prometido hacerle.
- Es por esto que El llama a sus ovejas perdidas y encontradas por su nombre, y estas le siguen (Jn. 10:3-4), asumiendo el costo:
Y levantándose, le siguió. Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido.
II. ¿Qué vé Jesús en Leví y en sus invitados?
Para saberlo, preguntémonos primero: ¿Qué ven los escribas y los fariseos? Esto, lo sabemos por lo que ellos dicen («de la abundancia del corazón habla la boca», Lc. 6:45):
«¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?»
1. Ellos ven lo que mira el hombre, ¿y qué mira el hombre (en este caso)?
a. El pecado de los otros.
Ellos ven «la paja que está en el ojo de su hermano, y no ven la viga que está en su propio ojo» (Mt. 7:3)?
b. Su propio concepto de Dios.
En su concepto, Dios es para la gente que se hace justa por hacer obras de misericordia, por «orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles», y por ayunar «para ser vistos por los hombres» (Mt. 6:1-18). Y según ellos, Dios es solo para los «buenos», para los ricos que dan mucho (Marcos 12:41), para los que todos hablan bien de ellos (Lucas 6:26), para los «prósperos» como el jóven rico. En su concepto, Dios tiene que ser Dios «a la fuerza» de las personas, y con mucho castigo y condenación, si no, ¡no es Dios! Señores escribas y fariseos: ¡Este no es Dios! El ser humano generalmente deforma el verdadero ser de Dios, ¡cuidado con esto! Jesús nos revela el verdadero ser de Dios:
Juan 1:18 Reina-Valera 1960
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
2. Jesús en cambio ve lo que mira Dios (Juan 3:16). ¿Qué ve Jesús?
a. Jesús vé hijos, porque El es Padre (es uno con el Padre, Jn. 10:30).
Jesús siente lo que siente Dios en Oseas 11:8
¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión.
y en Isaías 49:15
¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.
b. Jesús vé hijos perdidos, que necesitan que El los encuentre.
Por eso en otro texto (Lucas 15), cuando se acercaban a El «todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come», Jesús cuenta tres parábolas: «La moneda perdida», «la oveja perdida» y «el hijo perdido», ¿por qué?: ¡porque nos perdemos frecuentemente, y necesitamos que Él nos encuentre!
c. Jesús vé enfermos que necesitan médico, ¡reconozcamos nuestras enfermedades del espíritu!
Leví, el discípulo recién llamado, sigue a Jesús, e ¡invita a todos(as) sus familiares y amigos perdidos que deciden seguir a Jesús también, a su mesa!:
Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió. Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido.
¿Nos perdemos, a veces? ¡Dejémonos encontrar por Jesús! ¡Sigámosle, asumiendo que hay un costo, como Leví y los otros! Disfrutemos la mesa con El, y con todos los que El llama y le siguen también, sin hacer diferencia.
No nos perdamos de la misma manera que los escribas y fariseos, juzgando quién entra o no en el reino de Dios, quien merece o no merece «comer y beber con Jesús», quién es pecador y quién no lo es, ¡sigamos a Jesús puros, con limpio corazón!