«El corazón de Dios hacia los niños» [Mateo 18:1-6]

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Mateo 18:1-6 RV1960

En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.

El valor de los niños para Dios

“Hoy estamos en un día que alguien decidió llamar “día de la niñez”. Es maravilloso para nosotros. Los que somos abuelitos ya chocheamos con los nietos, y los papás disfrutan a sus hijos. La Isidora, que llegó hace poquito, es tan esperada y amada porque son nueve meses de espera para conocer al bebé. Uno no puede decir “no lo quiero”, porque cuando se tiene un bebé en el vientre es porque se quiere.

El Señor nos enseña de tantas maneras cómo debemos amar a nuestros hijos. Ellos van a creer en Cristo si nosotros creemos en Él; van a amar al Señor si nosotros le amamos de corazón. No podemos decir una cosa y hacer otra, porque el Señor dice, como hemos leído, que “mejor le fuera que le pusieran una cuerda en el cuello y lo tiraran al agua” aquel que hace daño a uno de estos pequeños.

Jesús conocía el rigor de la ley antigua, donde al adúltero se le apedreaba y al ladrón se le cortaba la mano. Él, recordando eso, enfatiza cuán grave es dañar a un niño. ¡Qué dolor más grande cuando oímos que hombres que dicen amar al Señor hacen daño a los niños! El Señor nos ha mandado cuidar de ellos, porque Él mismo tiene cuidado de ellos.

Aprendamos a confiar en que nuestros hijos y nietos están en el redil del Señor, cuidados por el Pastor de las ovejas. El amor de Dios no tiene límites. Él ama a todos, pero tiene especial cuidado de los niños y de quienes los enseñan.”

La importancia de enseñar la fe desde la niñez

“David fue criado con el conocimiento de que hay un solo Dios que responde a quien le busca. Josías, con apenas ocho años, reinó sobre Israel y guió al pueblo a leer la Palabra. Sansón fue un regalo de Dios a una mujer estéril, dotado de una fuerza extraordinaria que el Señor mismo le dio. Aunque Sansón se desvió, Dios lo atrajo de nuevo.

Cuando presentamos a nuestros hijos en la casa del Señor, no es un acto pequeño. Es ponerlos en las manos de Dios. Él hará todo lo necesario para salvarlos, incluso cuando se aparten. No hay regalo material que se compare con la gracia que salva, perdona y restaura.

El Señor valora la humildad más que cualquier título, apellido o apariencia. Por eso dijo: “Si no os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” Los niños son inocentes, perdonan rápido y confían. Nosotros, como adultos, debemos aprender de ellos.”

Protejamos y guiemos a la niñez

“El Señor enseñó: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis.” Los padres de hoy muchas veces están absorbidos por el trabajo y dejan que el celular críe a sus hijos. Debemos volver a la senda antigua: contarles historias bíblicas, hablarles del amor de Cristo. Lo que un niño aprende de Dios en su niñez será un ancla para toda su vida.

No perdamos el tiempo. No sustituyamos el tiempo en familia con películas violentas cuando podemos contar las maravillas que Dios ha hecho. Cuando los niños crezcan y enfrenten dificultades, recordarán que Dios abre camino donde no lo hay.

Defienda a sus hijos, no permita que les falten el respeto ni que sean heridos. Aun los que no son sus hijos, cuídelos. Los niños son una parte muy importante para el Señor. Ser abuelos es una bendición y una oportunidad para enseñarles a los nietos que Cristo los ama.

Quiero agradecer al Señor por Jean Pierre, un joven que, junto a su padre, inició una escuela de fútbol para niños, atrayendo también a sus familias a la iglesia. Este es un ejemplo de cómo Dios pone en el corazón el deseo de servir a la niñez.

Mi invitación hoy es que, más allá de dar un regalo, abrace a su hijo o nieto, converse con él, y si es necesario, pídale perdón por lo que no estuvo. Eso sana el corazón. Recuerde: su hijo es el mayor tesoro para Cristo. Que el Señor nos bendiga.”